Santiago de Chile, Brasilia. Por Esteban Rojas, Aporrea.org | 22 marzo de 2011
El Premio Nobel de la paz –Mr. Obama –¡oh yes!- antes de irse de paseo por tres países de América, dos del Sur que son Brasil y Chile y el otro El Salvador de Centroamérica, impartió las órdenes necesarias y suficientes para llenar de bombas y misiles a Libia de noche con o sin luna clara y, a Gadafi le envió un mensaje bien preciso: ¡sino te vas, ya sabes lo que te espera!, nuestra decisión aprobada por la ONU no tiene marcha atrás, no es negociable –patalees o grites –afirmó.
Cogió sus macundales, entre ellos la maquinita de juegos de guerra en progreso fecundo y de lo más risueño con un adiós de despedida, trepó al avión presidencial que lo llevaría al Brasil de Lula y de Pelé y, al llegar sin ningún asomo de vergüenza pidió información vía telefónica a sus subalternos sobre el desarrollo de su masacre bien planificada a Libia y su gobierno, del que dijo –ni un paso atrás.
Como un regular –de arriba hacia abajo- político yanqui, dedicó algunos minutos que paralizó la historia, al correr empujando con sus pies a un balón de fútbol, traído de Corea del Sur que, sin estrenar lo llevó él mismo y, no hubo forma que se lo pasara al carajito que le pusieron al frente y que escogieron para la gran pantomima de su presencia y actuación y, en segundos como un espanto soberbio, abandonó la chabola seleccionada sin verla bien por dentro, al tapar sus ojos con lente de sol, la miseria oculta en sus entrañas sociales.
Cuando estuvo delante de la presidenta brasileña, lo primero que se le ocurrió después, de saludarla fue preguntarle por el expresidente Lula, de quien dijo después de oír lo concerniente a su persona relatada por la dama pausadamente, fue y lo dijo con cierto sigilo: antes yo tenerle mucha consideración y respeto y ahora odiarlo por ser amigo del dictador Chávez y, la cosa no pasó de allí y, ambos trataron otros temas.
Antes de partir para el segundo estado de su recorrido, desde las escaleras del avión saludando a los presentes con las manos en alto gritó, como un desesperado de inconformidad lo que todos oyeron: si quieren un puesto fijo en el Consejo de Seguridad de la ONU, tienen que portarse bien y soltar bastante chorro de petróleo para nosotros los EEUU y se voló.
El presidente Obama, horas después estaba pisando tierras chilenas, y, antes de bajarse del avión se echó la bendición y se dijo para lo más profundo de sus células nerviosas, atomizadas negativamente de irreformable sustancia pensante en una parte de su cuerpo y, como buen deportista bajo con pasos apabullantes del avión que más de uno de los invitados a recibirlo lo envidió.
Entró rápidamente en contacto con el presidente Piñera a quien felicitó efusivamente sin dilación por el logro absoluto de su primer año de gobierno, al lograr sumar a su cartera personal la cantidad de doscientos dólares que en forma inteligente no serán invertidos a favor del pueblo chileno –eso no importa- lo que vale es que como un capitalista más sacó provecho de su nueva profesión de presidente a favor suyo y de ahora en lo adelante –lo estimuló- tendrá la voluntad imperial de ser un buen socio nuestro, por lo que debe aspirar en obtener más ganancias que, lo que vale entre nosotros es el capital y, usted es solamente un guía del pueblo y nada más, no se le ocurra caer en el populismo de otros de la región. ¡Oh yes! Y continuó:
Y, por favor vayamos como está programado al cementerio que tengo una deuda con alguien que admiré desde joven como buen gobernante de este país y son varias las razones que nos sobran para alabar a ese personaje y como tal le pondré en su tumba un ramo de flores rojas por su incompatible espíritu de republicano a quien jamás olvidaremos en los EEUU y más en estas horas de aciago en que un dictador quiere plantarse de por vida reventando los derechos humamos del pueblo Libio como lo es Gadafi, en cambio el que fue mandamás de ustedes no tiene comparación que, entre sus mas destacadas políticas puso a valer a esta nación hasta llevarla a lo que es y, me refiero como usted bien lo sabe –amigo Piñera- sin pelos en la lengua al extrañable Augusto Pinochet, bastión y soporte de las democracias suramericanas que dios lo bendiga y paz a sus restos y, Piñera con una sonrisa más de complicidad que de felicidad lo acompañó con una lápida palabra, amén.
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